Cae la noche, el pueblo se ha dormido, sólo los últimos sonidos del campanario y el sonido de los cencerros de un rebaño. Las sombras se deslizan silenciosamente por la Calzada, llevando una bolsa a la espalda. Es el paseo nocturno, que puede revelar muchas sorpresas...
Por fin, el magnífico caserío ancestral está a la vista, y aquí se está a la sombra: la sidra y el vino rosado fresco se vierten en los vasos de la bodega, el viejo carro cubierto invita a degustar, mientras en el patio el zikiro termina de cocinarse en el fuego de leña, atrayendo con su fragancia a los paladares amantes de la gastronomía.
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