El puerto de pescadores es un lugar atípico donde se esconden unas “casetas”, algunas de las cuales todavía se utilizan para guardar los aparejos de pesca.
Estamos lejos del bullicio de la ciudad, donde los viejos aficionados al mar les encanta charlar, copa en mano, relatando con nostalgia sus campañas en este océano respetado y temido.
Es aquí donde le hemos preparado una cena “sin complicaciones”: en este acogedor marco, nuestro amigo el vendedor de ostras “jean” le presenta una selección de mariscos, pinchos y sabrosas tapas para saborear con la punta de los dedos, un placer para la vista y el paladar, colores y olores, todo con un sabor a auténtico.
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